Los amplios espacios abiertos entre los árboles dan la bienvenida a los equipos que comienzan un día de cosecha de manzanas SugarBee en octubre en la granja de Richard Werner, cerca de Oroville, Washington. En oposición a las tendencias de la industria, Werner prefiere cultivar árboles sin soporte con una densidad relativamente baja debido a los erráticos suelos y las pendientes del valle del río Okanogan. (Ross Courtney/Good Fruit Grower)
Los amplios espacios abiertos entre los árboles dan la bienvenida a los equipos que comienzan un día de cosecha de manzanas SugarBee en octubre en la granja de Richard Werner, cerca de Oroville, Washington. En oposición a las tendencias de la industria, Werner prefiere cultivar árboles sin soporte con una densidad relativamente baja debido a los erráticos suelos y las pendientes del valle del río Okanogan. (Ross Courtney/Good Fruit Grower)

Richard y Jill Werner y su equipo tienen mucho espacio para cosechar las manzanas SugarBee en su huerto al norte de Oroville, Washington, cerca de la frontera con Canadá. No hay que agacharse bajo los alambres de las espalderas ni apretujarse entre los troncos.

Incluso cuando crecen los árboles de cuarta hoja, los trabajadores siguen caminando alrededor de ellos para cosechar.

Esto se debe a que los Werner prefieren cultivar árboles sin soporte y ampliamente espaciados sobre portainjertos relativamente vigorosos, en contra del discurso de la industria que promueve los muros de fructificación de alta densidad como el camino hacia la eficiencia, la modernización y la rentabilidad.

“Prefiero cultivar de forma sencilla, para poder trabajar con eficacia”, afirma Richard Werner.

La disposición favorita de huerto de Richard es de 3 metros por 4.5 metros (10 pies por 15 pies) en las raíces de Budagovsky 118. Eso supone 3 metros (10 pies) entre cada árbol, en una época en la que los productores permiten a veces 60 centímetros (2 pies) o menos. El Bud.118 es uno de los portainjertos semienanos más grandes, que produce árboles de un 85 % del tamaño de la planta de semillero, según la guía de portainjertos de manzanos de la Universidad Estatal de Washington. En cuanto a otras características, el portainjerto es resistente al frío, moderadamente resistente al fuego bacteriano y puede cultivarse sin soporte.

Los Werner citan el suelo y la pendiente como sus dos principales razones para seguir con los árboles sin soporte. Las condiciones del suelo son erráticas en el paisaje de granito de origen glaciar del norte central de Washington. En una zona es arenoso y blando, y al lado es rocoso.

Cuando construyeron su bloque de SugarBee al norte de la ciudad, recogieron rocas del suelo entre cada paso del proceso de replantación a partir de la Red Delicious, después de arrancar los árboles viejos, despedazar los restos vegetales, rellenar los agujeros y pasar el suelo con un motocultor. “Recogimos piedras en esta tarea cinco veces”, indicó Richard Werner.

Jill y Richard Werner se mueven con facilidad entre los árboles mientras comentan sobre el tamaño de la fruta, en tanto que el empleado de toda la vida Selso Carillo recorre todo el camino alrededor de cada árbol para recogerla. Los Werner plantan árboles con un marco de plantación de 3 metros por 4.5 metros (10 pies por 15 pies) en portainjertos Bud.118. (Ross Courtney/Good Fruit Grower)
Jill y Richard Werner se mueven con facilidad entre los árboles mientras comentan sobre el tamaño de la fruta, en tanto que el empleado de toda la vida Selso Carillo recorre todo el camino alrededor de cada árbol para recogerla. Los Werner plantan árboles con un marco de plantación de 3 metros por 4.5 metros (10 pies por 15 pies) en portainjertos Bud.118. (Ross Courtney/Good Fruit Grower)

La familia de Jill ha cultivado este terreno rocoso durante cinco generaciones, contando a su hijo Sawyer, que planea tomar el relevo algún día y hacer de la agricultura la dedicación principal de su familia, al igual que sus padres. Tanto Jill como Sawyer están de acuerdo con las técnicas basadas en los espacios amplios, un tema de conversación en muchas cenas.

“He hecho números y no veo que sea rentable plantar en alta densidad”, dijo Jill, que es licenciada en economía agrícola por la WSU. La familia tendría que pedir un gran préstamo para pagar un huerto que quizá haya que retirar dentro de 15 años cuando las variedades pierdan popularidad.

“Sé que va completamente en contra de lo que todo el mundo está promoviendo”, dijo. Al menos, esa es la conclusión a la que llega su familia en su situación.

Sawyer tiene la misma opinión de su padre sobre el suelo y la pendiente.

“Para cultivar y hacerlo bien con sistemas de alta densidad, hay que tener un tipo de suelo consistente y un terreno plano”, dijo Sawyer. “No tenemos ninguna de las dos cosas”.

Los Werner ya habían probado la alta densidad con anterioridad, pero no les gustaron los resultados. Los árboles se caían o se rompían en las uniones de los injertos, dijo Sawyer. Mientras tanto, el equipo se deslizaba en las empinadas colinas que caracterizan el valle del río Okanogan.

“Los árboles espaciados me llevarán a lo largo de mi carrera como productor de fruta”, afirmó.

Con un telón de fondo de formaciones de granito, el empleado de toda la vida Carlos Herrera corta el pedúnculo de las manzanas SugarBee mientras Carillo transporta los contenedores en el huerto de los Werner, cerca de Oroville. (Ross Courtney/Good Fruit Grower)
Con un telón de fondo de formaciones de granito, el empleado de toda la vida Carlos Herrera corta el pedúnculo de las manzanas SugarBee mientras Carillo transporta los contenedores en el huerto de los Werner, cerca de Oroville. (Ross Courtney/Good Fruit Grower)

Más de una manera

Los métodos de Werner no solo se oponen a una tendencia, sino que contradicen algunos de los supuestos de la WSU sobre la producción moderna de árboles frutales.

Para la mayoría de las variedades, al publicar las estimaciones habituales de los costes de los establecimientos, la economista agrícola de la WSU Karina Gallardo asume más de 2500 árboles por hectárea (1000 árboles por acre) en espalderas verticales en portainjertos enanizantes como Bud.9 o Malling 9. En cuanto a la Honeycrisp, se parte de la base de 3500 árboles por hectárea (1400 árboles por acre).

Gallardo basa esas hipótesis en entrevistas con los productores, pero eso no las convierte en mandatos, explicó.

“Mis estudios son solo una referencia”, afirmó. “Representan intervalos de costes realistas que toman en cuenta los supuestos hechos en cada estudio”.

No hay una manera “correcta” de cultivar, indicó Tianna DuPont, especialista en extensión de árboles frutales de la WSU en Wenatchee.

Cada opción tiene ventajas y desventajas económicas, dijo DuPont, que no ha visitado el huerto de los Werner. Los portainjertos deben ajustarse al tipo de suelo, al vigor de la variedad y a los objetivos de gestión de la mano de obra. Los sistemas de dosel estrecho permiten una mayor penetración de la luz y, por tanto, un color y una madurez más uniformes.

“No nos pagan en contenedores por acre; nos pagan en envases por acre”, señaló.

Richard Werner da indicaciones a su equipo de recolección frente a su bloque de SugarBee. (Ross Courtney/Good Fruit Grower)
Richard Werner da indicaciones a su equipo de recolección frente a su bloque de SugarBee. (Ross Courtney/Good Fruit Grower)

La gestión de la mano de obra es otra de las cuestiones para tener en cuenta, indicó. Los productores dicen a DuPont que es más difícil reclutar trabajadores para doseles grandes y complejos, donde se necesita el toque de un artista, en comparación con los huertos de alta densidad, donde solo se aplican unas pocas reglas. La seguridad también es importante. Las lesiones con escaleras son frecuentes.

“No hay una única decisión correcta a la hora de elegir un portainjerto y un sistema de formación, pero es fundamental hacer números para el sistema que se esté considerando”, afirmó DuPont.

Dave Taber, otro productor de Oroville, puede dar fe de la imprevisibilidad del suelo de la zona. Ha optado por la alta densidad, superando los retos del suelo mediante la fertilización, la poda y la cosecha variables, ajustando sus prácticas hilera por hilera o incluso árbol por árbol. Pero está de acuerdo con los desafíos que citan los Werner: operar con los postes de las espalderas es difícil y caro.

“Se convierte en una especie de obstáculo”, comentó Taber. “Se ondula bastante y puede cambiar tres veces en 90 metros (100 yardas)”.

Contrapartidas

No existe una fórmula fija para clasificar la densidad, pero los 740 árboles por hectárea (300 árboles por acre) de Werner se considerarían de densidad baja o media, dependiendo de a quién se le pregunte. La densidad alta suele acercarse a los 2500 árboles por hectárea (1000 árboles por acre).

Los Werner afirman que sus espaciosas elecciones resultan más rentables porque han invertido menos inicialmente. Richard conoce productores que han gastado 65 000 dólares por acre (160 600 dólares por hectárea) para establecer un bloque en espaldera, mientras que él gasta alrededor de 10 000 dólares. Si ocurre algo malo, como una helada o una enfermedad, tienen menos riesgo. También mantienen los márgenes más altos con su enfoque, dijo Richard, mientras que las empresas de producción integrada verticalmente pueden obtener ganancias con un margen más bajo.

Jill Werner sostiene una SugarBee que creció demasiado para la línea de empaque (Ross Courtney/Good Fruit Grower)
Jill Werner sostiene una SugarBee que creció demasiado para la línea de empaque (Ross Courtney/Good Fruit Grower)

Admiten que hay contrapartidas. Sus nuevos árboles tardan dos o tres años más en alcanzar la plena producción, en comparación con sus vecinos de alta densidad. Y a veces sus doseles sin soporte crecen demasiado, con lo que la madurez y el color de los frutos varían. De hecho, eso ocurrió recientemente con un bloque de Fuji, y lo corrigieron.

“Este año sacamos las motosierras”, dijo Richard.

La familia no se opone al cambio, en general.

Plantaron SugarBees “para seguir siendo relevantes”, declaró Richard, aunque nunca han sido fans del modelo de club. Cortan el pedúnculo de las manzanas porque su almacén, Chelan Fruit, se lo solicitó. Richard comienza cada día de recolección instruyendo a sus trabajadores en la técnica y enseñándoles a arrancar la fruta directamente de las ramas para evitar las heridas punzantes de los espolones cercanos, una tendencia de la variedad. También pide a sus recolectores que se muevan despacio en su trabajo, e incluso que se vacíen los bolsillos para evitar magulladuras.

Llevan décadas adaptándose y cambiando.

Jill maneja las finanzas de la huerta y Richard se dedica a la agricultura a tiempo completo desde 1990, cuando se jubiló de la enseñanza. Durante ese tiempo, la familia ha cambiado el negocio, que pasó de dedicarse exclusivamente a las manzanas con un periodo de cosecha de semanas a una empresa de producción de fruta variada de 81 hectáreas (200 acres) con manzanas, cerezas y peras y una cosecha que se extiende durante meses.

Para ellos, los métodos han funcionado.

“Hemos tenido bastante éxito”, afirmó Richard.

—por Ross Courtney