Las granjas en Cuba empiezan con una gran ventaja: los fértiles suelos rojos de la isla. Pero después de eso, las cosas se ponen difíciles.

Las granjas cubanas son famosas por su ineficiencia debido a la falta de maquinaria necesaria, productos químicos, combustibles y otros materiales indispensables para operar en forma moderna. En mi viaje a Cuba el otoño pasado, tardé en darme cuenta lo que faltaba: el ruido de motores. En una visita a una granja cooperativa en las afueras de La Habana, los bueyes jalaban arados, los trabajadores usaban implementos de mano y un hombre arrancaba las ramas de los árboles tirando de ellas a través de un aparato que las cortaba.

Un trabajador usó brevemente una motosierra para cortar madera: esa fue la única máquina que vi. La oficina de Recursos Humanos era un remolque oxidado y estacionado bajo la sombra de un árbol. Otras estructuras fueron ensambladas con madera de desperdicio y tenían techo de paja.

Los trabajadores en esta granja cooperativa usan principalmente herramientas de mano. Una motosierra fue la única herramienta eléctrica que vi aquí durante una visita en septiembre. El suministro inadecuado de productos químicos, maquinaria y otros insumos agrícolas de primera necesidad continúa siendo una barrera en la productividad agrícola. (O. Casey Corr/Good Fruit Grower)

Los trabajadores en esta granja cooperativa usan principalmente herramientas de mano. Una motosierra fue la única herramienta eléctrica que vi aquí durante una visita en septiembre. El suministro inadecuado de productos químicos, maquinaria y otros insumos agrícolas de primera necesidad continúa siendo una barrera en la productividad agrícola.
(O. Casey Corr/Good Fruit Grower)

Llamar primitivo el sistema agrícola cubano, sin embargo, sería incorrecto y una mala interpretación de las innovaciones cubanas frente a la escasez. Cuando la economía de Cuba se hundió, después de perder el patrocinio soviético, los agricultores se convirtieron en productores orgánicos. Para mejorar el manejo del agua, instalaron sistemas con micro aspersores. Para estar al día con la investigación, ellos reciben boletines de la revista Ciencias Técnicas Agropecuarias de Cuba. (El equivalente en Cuba de Good Fruit Grower se llama Ciencias Técnicas Agropecuarias y se publica cuatro veces al año para 300 lectores.)

La forma como funcionan las granjas en Cuba es desconcertante para un recién llegado. De acuerdo con una estimación del potencial agrícola de Cuba hecho por Miguel Altieri, Profesor de University of California en Berkeley, Cuba tiene seis millones de hectáreas de tierra bastante plana y un millón de hectáreas con pendientes suaves. (Una hectárea equivale a 2.47 acres.) Más de la mitad de esa superficie permanece sin cultivar. El resto es manejado por individuos (25 por ciento) y por cooperativas (casi 42 por ciento). Algunos productores poseen y manejan la tierra  que les repartió el Presidente Fidel Castro en 1959 después de disolver las grandes plantaciones privadas. Algunos individuos que son propietarios directos de sus tierras las incorporan a las cooperativas. Otros rentan tierras del gobierno bajo términos limitados contratos cortos lo cual hace difícil la toma de decisiones a largo plazo. La “propiedad” es un concepto elusivo.

Las granjas en Cuba no son eficientes. Solamente producen el 40 por ciento del alimento necesario para los 11 millones de pobladores de la isla. Mejorar la productividad agrícola es una meta explicita del gobierno cubano al estar actualizando su modelo nacional socialista. A pesar de este esfuerzo, el rendimiento agrícola apenas se ha elevado desde 2008 cuando el Presidente Raúl Castro formalmente tomó el cargo sustituyendo a su hermano Fidel. La producción de arroz y frijol, artículos de primera necesidad en la dieta cubana, declinó entre el 2008 y el 2015. A pesar de la creciente demanda de alimentos, parcialmente debido al incremento del turismo en Cuba, el Partido Comunista dio marcha atrás en algunas reformas agrícolas, informó Reuters. Los Delegados votaron para eliminar las licencias para la distribución de alimentos al mayoreo e incrementaron su campo de acción en el control de precios sobre los alimentos de 51 por ciento al 80 y hasta 90 por ciento.

Un trabajador y un caballo toman un descanso de los trabajos de la granja cooperativa. No es sorprendente que en una organización con escasos recursos como esta parezca que la mayoría de las estructuras hubieran sido ensambladas con madera de desecho, pero aun así estas cumplen con su propósito.(O Casey Corr/Good Fruit Grower)

Un trabajador y un caballo toman un descanso de los trabajos de la granja cooperativa. No es sorprendente que en una organización con escasos recursos como esta parezca que la mayoría de las estructuras hubieran sido ensambladas con madera de desecho, pero aun así estas cumplen con su propósito.(O Casey Corr/Good Fruit Grower)

Contra este marco de necesidad aguda y éxito modesto, nuestra gira el pasado otoño nos llevó a una granja cooperativa de 25 acres cerca de la Habana, donde conocimos a Miguel Angel Salcines López, presidente de Cooperativa UBPC Organoponico Vivero Alamar. La granja sirve como una parada regular de turistas, algunos de los cuales dejan regalos para los trabajadores. Vi a un trabajador usando una gorra de béisbol de Harvard y una playera de Rainier Beach de Seattle. López supervisa la producción de brócoli, coliflor, lechuga, betabel, tomate, cebolla y otros cultivos vendidos principalmente en los mercados, hoteles y a residentes cercanos. Vestido con un sombrero de paja y una camisa safari, López dijo en broma que tenía que mantener los precios razonables o de lo contrario sus vecinos lo matarían.

Al igual que otros cubanos, López habló del bloqueo de los EE.UU. como un problema continuo. Él no puede obtener suministros. Tiene problemas para encontrar válvulas, semillas, productos químicos, maquinaria y aspersores para su sistema de riego. Él toma prestadas algunas ideas de producción de EE.UU., China, y de otros lados. En una ocasión visitó California para asistir a una conferencia de producción orgánica; durante ese viaje solo pudo envidiar la gran variedad de bienes que vio en Home Depot. La vida de un agricultor cubano es de ser gorrón y de hacer más con poco. Y aun así, el orgullo, el aguante y el espíritu cubano afloró mientras hablaba sobre la vida en la granja.

A sus 66 años, López ciertamente conoce las dificultades, y como todos los cubanos solo puede imaginarse los cambios que puedan darse de un libre comercio con EE.UU. Pero para él la vida sigue como una fuente de entretenimiento que no puede resistirse a compartir.

Cuando se le preguntó sobre su fuerza de trabajo López dijo que 40 de sus 120 trabajadores eran mujeres. “Las mujeres son más inteligentes y confiables que los hombres”, dijo él a través de un intérprete. Hizo una pausa y sonrió.

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