Los agricultores de árboles frutales se están interesando cada vez más en el papel que la materia orgánica juega en la mejora de la salud global del suelo. Una revelación importante es que no toda la materia orgánica es la misma.

Científicos especialistas en suelos entienden ahora que, si bien la cantidad total de materia orgánica es importante como regulador esencial de la capacidad de retención de agua y nutrientes, solo una parte de esta proporciona el combustible de la red alimentaria del suelo. Esta materia orgánica fresca o “carbono activo” —formado por material vegetal parcialmente descompuesto, exudados de las raíces y microbios vivos y muertos— es dinámica. Este material cambia más rápidamente que la materia orgánica total del suelo y tiende a ser un importante indicador de la dirección en la que la materia orgánica del suelo se está moviendo, así como un predictor de la actividad biológica.

El carbono activo representa una pequeña fracción del suelo. La materia orgánica total compone alrededor del dos por ciento del suelo en una huerta. El carbono activo constituye aproximadamente el 10 por ciento de ese dos por ciento. Pero esta pequeña parte es importante para el seguimiento de cambios y la catálisis del ciclo de nutrientes esenciales, la formación de la estructura del suelo y las funciones de protección de las raíces que la biota del suelo hace por nosotros.

“Cuando pensamos en la materia orgánica del suelo, no debemos pensar en una cosa homogénea llamada materia orgánica, que no cambia demasiado, pero es muy dinámica”, explicó Tom Forge, investigador en Agricultura y Agroalimentación Canadá en Summerland, Columbia Británica. “Las prácticas de manejo de huertas como la labranza, el uso de pesticidas y el riego influyen en la red alimentaria del suelo e inciden en la salud del suelo, pero el manejo de la materia orgánica tiene la mayor influencia de todos los métodos de gestión”.

“Sabemos que al aumentar el aporte de materia orgánica al suelo y mejorar en conjunto la actividad biológica del suelo, podemos lograr ciertas interacciones microbianas alrededor de la raíz, que tienen una influencia directa en el crecimiento de ésta”, afirmó.

Por ejemplo, los mantillos orgánicos provocan una respuesta a nivel sistémico. Las bacterias producen pegamentos que ayudan a mantener el suelo unido en pequeñas partículas de arcilla. Los hongos ayudan a entrelazar todas esas partículas y a unir los agregados de mayor tamaño. Las lombrices de suelo aparecen y forman poros de mayor tamaño. En resumen, todos los organismos en el suelo están implicados en este proceso de agregación, el cual es muy importante para mejorar la calidad y salud global del suelo.

Los agricultores tienen varias formas de aumentar la materia orgánica del suelo en la zona de las raíces, inclusive:

—Aplicar enmiendas, principalmente de compost y estiércol, generalmente proporciona materia orgánica y nutrientes, aunque existen oportunidades limitadas de incorporarlas al suelo por debajo de la superficie.
—Usar mantillos o cubiertas vegetales también proporciona protección física al suelo. Éstos regulan la temperatura del suelo y las oscilaciones de humedad y, debido a que también se aplican en la superficie, tardan más tiempo en modificar el perfil orgánico del suelo.
—Segar y dejar la vegetación entre hileras en la hilera de árboles.

En general, estas prácticas ayudan a mejorar la capacidad de retención de agua del suelo, el intercambio de cationes, la retención de nutrientes y la habilidad del suelo para estimular la actividad de su red alimentaria, lo que trae otros muchos beneficios, como la supresión de plagas y agentes patógenos. La forma en que esas prácticas afectan la materia orgánica y la salud global del suelo a lo largo del tiempo es el tema de estudio en curso de Forge en la región de la Columbia Británica.

Una huerta de cerezas

Para comprender mejor la función que desempeña la materia orgánica en una situación de replantación, Forge inició un estudio en un bloque de cerezas —de las variedades Crystalline y Skeena en el portainjertos Mazzard— que anteriormente había sido el objeto estudio de un proyecto sobre riego de 10 años de duración y que incluía parcelas que habían sido cubiertas con corteza y astillas de madera de forma continua durante 10 años.

En la primavera de 2015, se eliminaron los arboles viejos y el suelo dentro de cada hilera se preparó para replantar, sin perder la pista a la ubicación de las parcelas en las que se había aplicado una cubierta orgánica o mantillo. La mitad de las hileras fueron fumigadas, y después se añadió compost, a una dosis de 50 toneladas por hectárea (aproximadamente 20 toneladas por acre) a las parcelas donde cada hilera se solapaba con las antiguas parcelas con mantillo, resultando en cuatro tipos de parcelas dentro de cada hilera: aquellas con un historial de mantillo orgánico, con enmienda de compost, con ambas fuentes de materia orgánica adicional, y sin aportación adicional de materia orgánica.

El uso de mantillo durante 10 años antes de replantar dio como resultado un incremento en el contenido de carbono de la materia orgánica del suelo, mientras que la incorporación de compost justo antes de replantar tuvo muy poco efecto sobre el contenido de carbono de la materia orgánica, pero si aumentó el contenido de nitrógeno orgánico del suelo.

Forge también estudió las poblaciones de nematodos parasitarios en el suelo causantes de daños en las raíces —tanto la población total (nematodos por litro de suelo), como por gramo de raíz— lo cual mostró cuán intensamente parasitados se encontraban los árboles en ese momento. Según esperaba, encontró un fuerte efecto de la fumigación que dio como resultado menores poblaciones de nematodos causantes de daños a las raíces. La incorporación de compost suprimió la población total de éstos tanto en los suelos fumigados como los no fumigados. Cuando la supresión de los daños causados por nematodos en las raíces se combina con una mayor disponibilidad de nutrientes y de poblaciones de organismos beneficiosos en el suelo, el tratamiento con compost da lugar a “plantas más felices que crecen más rápido,” concluyó.

El compost ayuda a proteger las raíces contra los nematodos, ya sea reduciendo sus cantidades en el suelo o afectando las bacterias y hongos que crecen en la superficie de la raíz, añadió.

Si bien la fumigación tuvo un efecto importante en el crecimiento de los árboles, lo cual ilustra la importancia del conjunto de enfermedades de replantación, los experimentos no mostraron que el compost tenga un beneficio obvio sobre el crecimiento de los arboles al final de la segunda temporada. Esto contrasta con un experimento anterior en el que Forge y sus compañeros de trabajo, entre los que participó el estudiante graduado Tristan Watson, observaron que el crecimiento de los árboles en las parcelas con enmiendas de compost superó a las parcelas que no habían recibido ningún tratamiento y alcanzó al de las parcelas fumigadas al final de la tercera campaña agrícola. Pensando en estos resultados del experimento anterior, Forge plantea la hipótesis de que todavía podrían ver mejores resultados en el comportamiento de los árboles en los próximos años.

“Existen varias formas en las que el compost puede influir en la reducción de nematodos parasitarios,” afirmó. “El resultado final de todo esto son estos datos de campo confiables, que así lo demuestran.”

Forge y un estudiante graduado continúan con la investigación este año.

por Shannon Dininny